martes, 12 de octubre de 2010

3. LUCAS

-         Hola... eh... – Mierda, sigo sin recordar su nombre. – Llevo esperándote un rato. 
-         ¡Hola, Lucas! No pensé que me esperarías al terminar el instituto, lo siento. – Se le dibuja una sonrisa en la cara.
-         Bueno, es que me apetecía estar contigo, fuera de esta cárcel. – Le señalo el instituto con la cabeza.

Ella suelta una risita tonta. Comenzamos a andar hacia mi casa mientras le hablo de cosas  irrelevantes, como si vio la película que echaron anoche en la televisión o que me gustaban mucho sus zapatos (eso siempre les hace ilusión a las chicas).
Cuando llegamos le abro la puerta y hago una reverencia.
-         Las señoritas primero. – Recito.

Dios, qué culo. Estoy deseando arrancarle esos vaqueros.

-         ¿Quieres algo de beber o comer? – Le pregunto.
-         No, gracias. Estoy a dieta. - ¿Qué? ¿Dieta?
-         Ah, vale. – Le sonrío – Bueno, pues entonces te enseñaré la casa.

La cojo de la mano y la conduzco hasta el salón. Le indico que se siente en el sofá y, mientras lo hace, cojo una guitarra que hay apoyada en una mesa. Entonces empiezo a tocar una melodía, sin letra; pero es de las típicas que les encanta a las chicas. Cuando termino y dejo la guitarra en su sitio, instantáneamente ella se abalanza sobre mí y comienza a besarme. Bien, esa era exactamente la reacción que esperaba. Aún así, delicadamente la separo de mí, para desconcertarla.
La cojo de la mano y la llevo al piso de arriba.

-         ¿Te ha gustado la melodía?
-         Sí, ha sido preciosa. – Le sonrío.
-         Bueno, esta es mi habitación. – Le digo mientras abro la puerta.

Ella entra y comienza a observar todo. Yo cierro la puerta tras de mí, sigilosamente. Me acerco por detrás y le doy un beso suave en el cuello. Ella ríe y se da la vuelta, siguiendo el beso en mis labios. Comienzo quitándome la camiseta. La cojo por el culo y la pego a mí, besándola más intensamente. De repente, caemos los dos sobre mi cama (qué casualidad, ¿eh?) y la cosa se va poniendo cada vez más caliente.
-         ¿Te parece este un lugar más apropiado, cielo? – Le pregunto dulcemente.
-         Sí, sí... – Se quita la camiseta.

Ay, Dios, qué buena está. Uf. Seguimos besándonos. Noto que sus manos han ido hacia el botón de mi pantalón y está desabrochándomelo. Yo hago lo mismo con el suyo y se lo quito de un tirón. ¡Sí, sí, toma! ¡Lleva tanga! Si no fuera porque estoy liado con esto, me ponía a hacer un bailecito. La observo y sonrío curvando una de las comisuras de mis labios. Ella se muerde el labio. Madre mía...
Empiezo a besarla por todo el cuerpo, comenzando por su cuello y bajando por su pecho hasta llegar a su tripa. Mientras, ella me acaricia la espalda.
Bien, ahora toca que me enseñes tus atributos, nena. Pienso eso y a la vez dirijo mis manos a la parte de atrás de su sujetador. Lo desabrocho, algo demasiado fácil para un chico con tanta práctica como yo. Vaya, llevaba sujetador de relleno... Pero bueno, incluso así está bien dotada. Jugueteo un poco con sus pechos y la
beso. Alargo mi mano hacía la mesita de noche, sin dejar de besarla y abro el cajón, buscando un condón.
De repente, tocan la puerta.

-         Lucas, ¿está ahí? - ¡Joder!
-         Sí, mamá. – Respondo, tapando la boca de la chica.
-         ¿Estás solo? – Trago saliva.
-         Estoy... estoy ocupado. – Me limito a responder.
-         Ah. Entiendo. Pues ten “cuidado”, ¿entendido? No quiero sorpresas después.
-         ¡Mamá! – Mierda, ¿por qué lo sabe todo?
-         Tranquilo, me voy a comprar. Os dejo solos. - Buf, qué corte de royo, joder.
-         Lo siento. – Le susurro a la chica.
-         No te preocupes, esto me ha puesto muchísimo. – Me dice mientras comienza a toquetearme abajo.

Dios... Voy a tener que decirle a mi madre que me interrumpa más veces. Uf... Lo malo será la charlita de esta noche; pero ahora tengo que aprovechar.

C.

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