lunes, 29 de noviembre de 2010

8. EVELYN

Dios, voy a hacerme pis encima como no llegue pronto al baño. Sí, ya casi estoy, solo unos pasos más...

-         Oh, vaya, casi nos volvemos a chocar. – Y se ríe dulcemente.
-         Lo siento, no puedo pararme. – Respondo secamente.

Entro corriendo en el baño, dejándolo con la palabra en la boca. Oh, madre mía, qué alivio... Espera, ¿era él? ¡Era ojos preciosos y he pasado de él! Joder, soy un desastre. Salgo a lavarme las manos maldiciendo mi suerte, cuando de repente lo veo reflejado por el espejo. Está apoyado en el marco de la puerta... ¿esperándome? No puede ser. Me giro sobre mis pies y lo miro, quedándome con la boca abierta.

-         Eh... Te estás mojando los zapatos.
-         ¡Mierda! –Cierro el grifo y me seco las manos.
-         Soy Leo. – Y estira la mano.
-         Yo Evelyn. – Le sonrío y se la estrecho.

Pero antes de que me de tiempo a decir algo más, tira de mí y me acerca a él. Sin soltarme la mano, me conduce hacia el pasillo.

-         Lo siento, es que no me gusta hablar en la puerta de un baño. – Se ríe.
-         Ah, vale, yo... oye, lo siento por lo de antes, es que no aguantaba más.
-         No te preocupes, yo antes en el comedor también tenía prisa por eso. – Sonríe.
-         ¿Cómo es que nunca te he visto por aquí?
-         Por que no te habrás fijado bien, - me guiña un ojo – yo sí que te había visto a ti.
-         ¿En serio? – Asiente. – Pues normalmente suelo pasar desapercibida comparada con mis amigas. Qué raro.
-         Bueno, me gusta fijarme en los detalles y no en las evidencias. Y es fácil fijarse en un detalle como tú. – Noto como empiezo a ponerme roja.
-         ¡Leo! ¿Vienes o qué? – Le llama un chico.
-         Sí, sí. Ahora mismo voy, esperadme donde siempre. – Le dice sin dejar de mirarme.
-         ¿No vas a presentarme a tu... amiga? – Leo de repente suspira.
-         Claro. Teo, esta es Evelyn.
-         Es un placer, preciosa. – Y me besa la mano.
-         Igualmente, Teo. – Le respondo.
-         Bueno, creo que te están esperando... – Le gruñe Leo.
-         Y a ti también, hermanito. – Le dice divertido. – Pero, en fin, me voy. Hasta luego, guapa.
-         Hasta otra. – Le veo alejarse - ¿Sois hermanos?
-         Por desgracia, sí. – Pone los ojos en blanco – Además, mis padres no se molestaron mucho en ponernos nombres muy diferentes... Teo y Leo.
-         Suena a título de libro infantil. – Me río. Él me sigue.
-         Sí, es cierto. – De repente, deja de reír y me mira – Oye, tengo que irme; pero me encantaría quedar algún día contigo, si quieres.
-         Eh... ¡Sí! Claro que sí. - ¿Me estaba pidiendo una cita? No seas tonta, es solo como amigos.
-         Perfecto. – Sonríe intensamente – Entonces nos vemos mañana y ya hablamos más tranquilamente, ¿vale?
-         Vale. – Y se acerca a mí, dándome un beso en la mejilla.
-         Hasta mañana, Eve.
-     Nos vemos, Leo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

7. KEVIN

-         Tío, ¿tengo comida en la cara o algo?
-         ¿Qué? – He oído que alguien me ha dicho algo, pero estaba demasiado concentrado mirando mis macarrones.
-         Qué si tengo algo en la cara. – Me repite Lucas.
-         Ah, no. ¿Por qué? – No sé a qué viene esa pregunta...
-         Es que una chica me ha mirado con asco, así que he pensado que podría ser porque tuviera la boca sucia.
-         ¿Quién?
-         No sé su nombre.
-         Qué raro... – Me río al pensar que Lucas no suele acordarse ni de la mitad de los nombres de las chicas.
-         No, en serio, no la conozco.
-         Vale, vale. Te creo. – Le guiño un ojo – Bueno, voy adelantándote, que tengo que acercarme a mi taquilla a recoger una cosa.
-         Está bien. Luego nos vemos. – Y chocamos las manos.

Dejo mi bandeja y comienzo a darle vueltas a lo mismo que estaba pensando anoche cuando me acosté, esta mañana al levantarme, en clase y a la hora de comer...  ¿Seré capaz de decirle a Andrea que me gusta? Buf, joder, es que en cuanto la tengo delante no me salen las palabras. Es tan estúpido. Dos palabras, Kevin, ¡dos! Me-gustas. Así de simple. He pensado otras alternativas, como escribirle una carta, un mensaje o mandar a Lucas de mi parte (bueno no, a Lucas no, que es capaz de ligársela él)... Pero todas son cobardes.
¡Mierda! Ahí está.

-         ¡Eh! Kevin. – Me saluda con una sonrisa.

A ver, imbécil, es muy fácil. Te acercas, le dices lo que has ensayado mil veces “Andrea, escucha, tengo que decirte algo muy importante para mí: Me gustas muchísimo” y después esperas su respuesta. ¿Ves? No es para tanto. ¡Ánimo, chico!

-         Ho-hola, An-andre-a... - ¡Arg! ¿Por qué parezco tartamudo?
-         ¿Estás bien?
-         ¡Sí! – Joder y ahora parezco un exagerado. – Perdona, es que estoy un poco... nervioso.
-         ¿Por qué? – Me pregunta extrañada.
-         Es que quería hablar contigo de algo importante... muy importante para mí. – Bien, bien, ¡lo estoy consiguiendo!
-         Oh, dime. – Mierda, me está mirando muy directamente a los ojos.
-         Es... quería decirte que... A ver...
-         Kevin, de verdad, ¿estás bien? – Le pongo el dedo en los labios, para que no hable... Uf, no debería haberlo hecho, ahora estoy más nervioso...
-         Me... me... – Se queda mirándome, callada. Respiro hondo, trago saliva y finalmente hablo – Todos los días vengo al instituto solamente por una chica, para oír su voz, ver sus movimientos, oír su risa y oler su perfume. Me vuelvo loco si no aparece por el pasillo, si no la oigo pronunciar mi nombre. Estoy totalmente enamorado de ella...
-         ¿Por qué me cuentas todo esto? - ¿Por qué se enfada? – Ve a decírselo a la chica y no a mí...
-         Pero, Andrea... – Aparta su mirada y la dirige al suelo. Yo la cojo de la barbilla y la obligo a que me mire. – No entiendo esta reacción, pero me he propuesto decírtelo y voy a hacerlo... Esa chica...
-         ¡Andrea! – La llama alguien. Joder. - ¿Vienes o no?
-         Esperadme en la puerta. – Les responde. – Bueno, Kevin, que tengas suerte con esa chica.
-         Andrea... – La cojo del brazo – Se llama Andrea. Tú. Siempre has sido tú, por la que me estoy volviendo loco.
Ella se queda mirándome, sin saber qué decir. Ya está, ya lo he dicho. Ahora toca que me responda, ¿no? Pero no lo hace. Vale, eso es que no y no sabe cómo decírmelo. Mierda, ¿y a partir de ahora cómo voy a mirarla a la cara? Y si...
Sus labios... sus labios sobre los míos, dulces, suaves, calientes... Me está besando. Dios mío, nos estamos besando. Y es mil veces mejor que cuando me lo imaginaba... Qué digo mil... mil veces multiplicado por la capacidad del universo.

C.